Remembering Maggi Popkin

Mirna Perla

Para Maggi, su familia, sus amigos y nuestros amigos en común.

Perder a Maggi, ya lo han dicho muchos de sus amigos y amigas, defensores y defensoras de derechos humanos en El Salvador, Guatemala, Estados Unidos, ha sido muy inesperado, es muy triste e impactante. Pero también nos obliga a reflexionar sobre sus aportes en el campo de la defensa y promoción de los Derechos Humanos, en donde se destacó en la forma correcta, como lo debe hacer una verdadera defensora de los derechos humanos, con mucha humildad, con mucha mística y sin afán de notoriedad ni protagonismos. Pero con mucha rigurosidad.

Como profesional y como amiga y compañera fue un ser muy especial.

La conocí en el centro penal "La Esperanza", en San Luís Mariona de Ayutuxtepeque, en San Salvador, El Salvador, a donde ella acudía para conocer de cerca la situación de los presos políticos en el año 86.

En estos aciagos días, en que habían aproximadamente 1200 reos políticos, la mayoría en el sector de presos políticos de "Mariona", y menos de un centenar de mujeres en la cárcel de Ilopango.

Ahí encontré a Maggi, velando por el respeto a los derechos humanos de los perseguidos por el delito de ser sindicalistas, cooperativistas, catequistas, estudiantes de secundaria o universitarios, combatientes del FMLN y hasta los miembros de la comisión de derechos humanos, entre los que se encontraba Herbert Anaya, mi esposo, que estaba privado de libertad arbitrariamente, pues nunca existieron pruebas en su contra de los delitos que le acusaban, al menos no eran pruebas obtenidas lícitamente, para sustentar los cargos que le fueron atribuidos.

En estas penosas circunstancias, Maggi sugirió documentar ampliamente la aplicación de la tortura en contra de los presos políticos. Invitó a Herbert que elabora su testimonio para dejar constancia de la tortura que le fue aplicada en la extinta Policía de Hacienda, las advertencias de que dejara de difamar al gobierno, pues de lo contrario le matarían -- amenazas a muerte que fueron una realidad el 26 de octubre de l987.

Maggi, siempre nos dio aliento a mis 5 hijos y a mí, después del asesinato de mi esposo.

Siempre que nos encontrábamos hablamos del proceso de reforma judicial y la situación de los derechos humanos. Recuerdo que en muchas ocasiones hablamos del trabajo en Pro-búsqueda de niños y niñas desaparecid@s y fue ella que hizo el contacto con CEJIL para presentar algunos de los casos de niños y niñas desaparecidos ante el Sistema Interamericano, entre los que se encontraba el caso de las Hermanitas Serrano, desaparecidas por el ejercito salvadoreño en 1982 y que significa una gran oportunidad para que el Estado salvadoreño dé una respuesta a la familia sobre su paradero, tal como lo ordena la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Conocemos que unos de sus últimos esfuerzos se enfocaron en el amicus curie dirigido a la Corte Interamericana en relación a este caso, lo mismo que había trabajado un análisis sobre todo este proceso.

Maggi nos deja como tarea muy clara, seguir luchando por el fortalecimiento del sistema de protección a los derechos humanos, continuar la difícil tarea de velar por el respeto de los derechos humanos, sobre todo en beneficio de los marginados, los mas humildes, los que nuestro profeta, pastor y mártir, monseñor Romero llamaba los sin voz. Concretamente, nos deja la tarea de velar porque se cumpla la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso ya mencionado de las hermanitas Serrano.

No quiero dejar de agradecer a Maggi por su última visita a El Salvador, para participar en la jornada de conmemoración del martirio de los padres jesuitas, asesinados en la UCA el 16 de noviembre de l989, junto con sus empleadas Elba y Celina Ramos, por el gobierno salvadoreño. Lamento no haberme quedado más tiempo, pues fue la última vez que compartimos nuestros sueños por un mundo en que se respeten verdaderamente los derechos humanos.

Fraterna.
Mirna Perla
Mirn

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